Entrando a la noche de Montevideo, saliendo de su ciudad vieja y bajando hasta la costa, está el bar La Ronda. Desde afuera se ve pequeño y oscuro, y desde adentro, también. El dueño es un hombre delgado de barba rala y ojos perdidos. Se llama Felipe, y está sentado en una de las cuatro o cinco mesas que hay. Habla sin parar, y asegura que está por venderle su bar a Bob Dylan. Luego se pone de pie y camina hasta el mostrador. Se escucha el sonido a fritura de un disco y empieza a sonar una canción que dice: “Habitantes del olvido, pasajeros de la nada… pobladores del silencio entristecido de las casas”. En alguna mesa uno levanta el vaso y brinda por El Darno. El Darno es Eduardo Darnauchans, el trovador que murió hace poco más de un año y se convirtió en culto de estetas, suicidas y románticos. Seguir leyendo la crónica...
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